lunes, 24 de julio de 2017

La Sirenita


En medio del mar, en las más grandes profundidades, se extendía un reino mágico, el reino del pueblo del mar. Un lugar de extraordinaria belleza rodeado por flores y plantas únicas y en el que se encontraba el castillo del rey del mar. Él y sus seis hijas vivían felices en medio de tanta belleza. Ellas pasaban el día jugando y cuidando de sus flores en los majestuosos jardines de árboles azules y rojos. La más pequeña de ellas, era la más especial. Su piel era blanca y suave, sus ojos grandes y azules, pero como el resto de las sirenas, tenía cola de pez. A la pequeña sirena le fascinaban las historias que su abuela contaba acerca de los seres humanos, tanto que cuando encontró una estatua de un hombre en los restos de un barco que naufragó no se lo pensó y se la llevó para ponerla en su jardín. La abuela les contó que algún día conocerían la superficie. - Cuando cumpláis quince años podréis subir a la superficie y podréis contemplar los bosques, las ciudades y todo lo que hay allí. Hasta entonces está prohibido. La pequeña sirena esperó a que llegara su turno ansiosa, imaginando como sería el mundo de allá arriba. Cada vez que a una de sus hermanas le llegaba el turno y cumplía los quince años, ella escuchaba atentamente las cosas que contaba y eso aumentaba sus ganas porque llegara el momento de subir. Tras años de espera por fin cumplió quince años. La sirena subió y se encontró con un gran barco en el que celebraban una fiesta. Oía música y alboroto y no pudo evitar acercarse para tratar de ver a través de una de sus ventanas. Entre la gente distinguió a un joven apuesto, que resultó ser el príncipe, y por quien quedó embelesada al observar su belleza. Continuó allí mirando hasta que una tormenta cayó sobre ellos repentinamente. El mar comenzó a rugir con fuerza y el barco empezó a dar tumbos como si se tratase de un barquito de papel, hasta que finalmente logró partirlo y mandarlo al fondo del mar. En medio del naufragio la Sirenita buscó al príncipe, logró rescatarlo y llevarlo sano y salvo hasta la playa. Estando allí oyó a unas muchachas que se acercaban, y rápidamente nadó hasta el mar por miedo a que la vieran. A lo lejos vio como su príncipe se despertaba y conseguía levantarse. La Sirenita siguió subiendo a la superficie todos los días con la esperanza de ver a su príncipe, pero nunca lo veía y cada vez regresaba más triste al fondo del mar. Pero un día se armó de valor y decidió visitar a la bruja del mar para que le ayudara a ser humana. Estaba tan enamorada que era capaz de pagar a cambio cualquier precio, por alto que fuera. Y vaya si lo fue. - Te prepararé tu brebaje y podrás tener dos piernecitas. Pero a cambio… ¡deberás pagar un precio! - Quiero tu don más preciado, ¡tu voz! - ¿Mi voz? Pero si no hablo, ¿cómo voy a enamorar al príncipe? - Tendrás que apañarte sin ella. Si no, no hay trato - Está bien La malvada bruja le advirtió que nunca más podría volver al mar y que si no conseguía enamorar al príncipe y éste contraía matrimonio con otra mujer, moriría y se convertiría en espuma de mar. La Sirenita estaba muy asustada pero a pesar de todo, aceptó el trato. La sirena se tomó la pócima y se despertó en la orilla de la playa al día siguiente. Su cola de sirena ya no estaba, en su lugar tenía dos piernas. El príncipe la encontró y le preguntó quién era y cómo había llegado hasta allí, la sirena intentó contestar pero recordó que había entregado su voz a la bruja. A pesar de esto la llevó hasta su castillo y dejó que se quedara allí. Entre los dos surgió una bonita amistad y cada vez pasaban más tiempo juntos. PLa Sirenitaasó el tiempo y el príncipe le anunció al día siguiente su boda con la hija del rey vecino. La pobre sirena se llenó de tristeza al oír sus palabras pero a pesar de eso lo acompañó en la celebración de sus nupcias y celebró su felicidad como el resto de los invitados. Pero sabía que esa sería su última noche, pues tal y como le había advertido la bruja, se convertiría en espuma de mar al alba. A punto de amanecer, mientras contemplaba triste el horizonte, aparecieron sus hermanas con un cuchillo entre las manos. Era un cuchillo mágico que les había dado la bruja a cambio de sus cabellos y con el que si lograba matar al príncipe podría volver a convertirse en sirena. La sirenita se acercó sigilosa al príncipe, que estaba durmiendo y levantó el cuchillo...pero se dio cuenta de que era incapaz de acabar con él, aunque esta fuera su única oportunidad de seguir viva. De modo que se lanzó al mar y mientras se convertía en espuma, conoció a unas criaturas espirituales: las hijas del aire. - Todavía tienes una oportunidad de conseguir un alma inmortal. Tendrás que pasar trescientos años haciendo el bien como nosotras, y después podrás volar al cielo. Mientras las escuchaba vio cómo el príncipe la buscaba en el barco, y en la distancia permaneció contemplándolo mientras una lágrima, la primera de toda su vida, comenzó a brotar por su mejilla.

Fuente: http://www.cuentoscortos.com/cuentos-clasicos/la-sirenita

martes, 18 de julio de 2017

Los Tres Cerditos Y El Lobo


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Había una vez tres hermanos cerditos que vivían en el bosque. Como el malvado lobo siempre los estaba persiguiendo para comérselos dijo un día el mayor: - Tenemos que hacer una casa para protegernos de lobo. Así podremos escondernos dentro de ella cada vez que el lobo aparezca por aquí. A los otros dos les pareció muy buena idea, pero no se ponían de acuerdo respecto a qué material utilizar. Al final, y para no discutir, decidieron que cada uno la hiciera de lo que quisiese. El más pequeño optó por utilizar paja, para no tardar mucho y poder irse a jugar después. El mediano prefirió construirla de madera, que era más resistente que la paja y tampoco le llevaría mucho tiempo hacerla. Pero el mayor pensó que aunque tardara más que sus hermanos, lo mejor era hacer una casa resistente y fuerte con ladrillos. - Además así podré hacer una chimenea con la que calentarme en invierno, pensó el cerdito. Cuando los tres acabaron sus casas se metieron cada uno en la suya y entonces apareció por ahí el malvado lobo. Se dirigió a la de paja y llamó a la puerta: - Anda cerdito se bueno y déjame entrar... - ¡No! ¡Eso ni pensarlo! - ¡Pues soplaré y soplaré y la casita derribaré! Y el lobo empezó a soplar y a estornudar, la débil casa acabó viniéndose abajo. Pero el cerdito echó a correr y se refugió en la casa de su hermano mediano, que estaba hecha de madera. - Anda cerditos sed buenos y dejarme entrar... - ¡No! ¡Eso ni pensarlo!, dijeron los dos - ¡Pues soplaré y soplaré y la casita derribaré! El lobo empezó a soplar y a estornudar y aunque esta vez tuvo que hacer más esfuerzos para derribar la casa, al final la madera acabó cediendo y los cerditos salieron corriendo en dirección hacia la casa de su hermano mayor. El lobo estaba cada vez más hambriento así que sopló y sopló con todas sus fuerzas, pero esta vez no tenía nada que hacer porque la casa no se movía ni siquiera un poco. Dentro los cerditos celebraban la resistencia de la casa de su hermano y cantaban alegres por haberse librado del lobo: Los tres cerditos- ¿Quien teme al lobo feroz? ¡No, no, no! Fuera el lobo continuaba soplando en vano, cada vez más enfadado. Hasta que decidió parar para descansar y entonces reparó en que la casa tenía una chimenea. - ¡Ja! ¡Pensaban que de mí iban a librarse! ¡Subiré por la chimenea y me los comeré a los tres! Pero los cerditos le oyeron, y para darle su merecido llenaron la chimenea de leña y pusieron al fuego un gran caldero con agua. Así cuando el lobo cayó por la chimenea el agua estaba hirviendo y se pegó tal quemazo que salió gritando de la casa y no volvió a comer cerditos en una larga temporada.

Fuente: http://www.cuentoscortos.com/cuentos-clasicos/los-tres-cerditos

Blanca Nieves Y Los Siete Enanito


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Había una vez, una niña muy guapa y muy buena que se llamaba Blancanieves. Cuando era pequeña, su madre murió y su padre volvió a casarse de nuevo. La nueva madre de Blancanieves era muy malvada y tenía mucha envidia de Blancanieves porque ésta era muy guapa. La madrastra de Blancanieves tenía un espejo mágico al que todos los días preguntaba: "Espejo, espejito, ¿quién es la más guapa?". Y el espejo respondía: "Tú, mi ama". Pero un día al preguntarle la madrastra al espejo quien era la más guapa, contestó: "Lo siento mi ama, tú eres guapa, pero hoy está más guapa Blancanieves." Entonces la madrastra enfurecida llamó a sus sirvientes y les dijo: "El espejo mágico me ha dicho que Blancanieves es más guapa que yo. Así que cogerla y llevarosla al bosque y allí matarla y como prueba de que ha muerto quiero que me traigáis su corazón en una caja." Todos los sirvientes llamaron a Blancanieves y le dijeron que iban a dar un paseo por el bosque. Mientras tanto, los sirvientes comentaban entre ellos que Blancanieves era una niña buena y no se merecía morir. Cuando llegaron al centro del bosque le contaron a Blancanieves las intenciones de su malvada madrastra pero que no la matarían. Dejaron allí a Blancanieves y mataron a un jabalí para llevarle su corazón a la madrastra como si se tratara del de Blancanieves. Mientras tanto, Blancanieves encontró una casita muy pequeñita y entró. Había una mesita muy chiquitita con 7 silllitas, también había 7 camitas. Como tenía hambre, se sentó en la mesita y se comió todo lo que había en los 7 platitos , y después se acostó en las 7 camitas. Pero esa casita tenía dueños, eran 7 enanitos que cuando llegaron a casa después de trabajar se encontraron a Blancanieves durmiendo plácidamente en sus camitas. Uno de ellos exclamó: "Miradla, es muy hermosa". Y otro respondió: "Sí que lo es. Podíamos pedirle que se quede a vivir con nosotros". Y así lo hicieron los 7 enanitos le pidieron a Blancanieves que se quedara a vivir con ellos, y ella accedió después de contarles su triste historia. La malvada madrastra seguía preguntando a su espejo quién era la más guapa del lugar y éste respondía que ella. Pero un día cuando le preguntó quién era la más guapa, el espejo contestó: "Es Blancanieves". Y la madrastra dijo: "No puede ser; está muerta". A lo que contestó el espejo: "No, no está muerta, Vive en el bosque en la casa de los enanitos." La malvada madrastra entonces se disfrazó de vieja y fue a ver a Blancanieves. Llevaba una cesta con manzanas envenenadas para Blancanieves. Cuando llegó a la casa de los enanitos, llamó a la puerta. "¿Quién es?", dijo Blancanieves. "Soy una pobre vieja y vengo a traerte una manzanas". Blancanieves abrió la puerta y no pudo resistirse a las manzanas que brillaban como el sol. Al coger una y morderla cayó muerta al suelo. La malvada madrastra se marchó riéndose y contenta porque ahora sí sería ella la mas guapa del lugar. Cuando llegaron los enanitos encontraron en el suelo a Blancanieves y todos muy tristes se pusieron a llorar. Todos los enanitos construyeron una caja de cristal y en ella metieron a Blancanieves y la llevaron al bosque. Estando allí en el bosque pasó un príncipe que quedó asombrado por la belleza de Blancanieves y la tristeza de los enanitos. Entonces decidió abrir la caja y besó a Blancanieves que sorprendentemente despertó. Todos los enanitos saltaban de alegría al ver a Blancanieves viva. El príncipe se casó con ella, y el príncipe, Blancanieves y los enanitos vivieron juntos en palacio. 

Fuente: http://www.cuentacuentos.cc/leercuento.aspx?id=70

lunes, 17 de julio de 2017

El Viaje


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Había una vez un ratón que quería visitar a su madre. Entonces se compró un coche y se puso en camino hacia casa de su madre. Viajó, y viajó, y viajó, hasta que el coche se hizo pedazos. Pero al lado del camino había una persona vendiendo patines. Entonces el ratón compró dos patines y se los puso. Patinó, y patinó, y patinó, hasta que se le cayeron las ruedas. Pero al lado del camino había una persona vendiendo botas. Entonces el ratón compró un par de botas y se las puso. Caminó, y caminó, y caminó, hasta que las botas tuvieron unos agujeros muy grandes. Pero al lado del camino había una persona vendiendo tenis. Entonces el ratón compró un par de tenis. Se los puso y corrió, y corrió, y corrió, hasta que los tenis se rompieron. Entonces se quitó los tenis y anduvo, y anduvo, y anduvo, hasta que le dolieron tanto los pies que no pudo continuar. Pero al lado del camino había una persona vendiendo pies. Entonces el ratón se quitó los pies viejos y se puso unos nuevos. Corrió lo que le quedaba de camino hasta llegar a casa de su madre. Cuando llegó allí… ¡Qué gusto le habrá dado a la mamá ratona ver a su hijo! Pero, ¿se imaginan? ¡Andar comprando pies! En los cuentos, en la poesía, en el teatro, todo es posible. 

Fuente: http://rincondelecturas.com/el-viaje/

Pinocho


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Hace mucho tiempo, un carpintero llamado Gepeto, como se sentía muy solo, cogió de su taller un trozo de madera y construyó un muñeco llamado Pinocho. –¡Qué bien me ha quedado! –exclamó–. Lástima que no tenga vida. Cómo me gustaría que mi Pinocho fuese un niño de verdad. Tanto lo deseaba que un hada fue hasta allí y con su varita dio vida al muñeco. Pinocho Pinocho –¡Hola, padre! –saludó Pinocho. –¡Eh! ¿Quién habla? –gritó Gepeto mirando a todas partes. –Soy yo, Pinocho. ¿Es que ya no me conoces? –¡Parece que estoy soñando! ¡Por fin tengo un hijo! Gepeto pensó que aunque su hijo era de madera tenía que ir al colegio. Pero no tenía dinero, así que decidió vender su abrigo para comprar los libros. Salía Pinocho con los libros en la mano para ir al colegio y pensaba: –Ya sé, estudiaré mucho para tener un buen trabajo y ganar dinero, y con ese dinero compraré un buen abrigo a Gepeto. De camino, pasó por la plaza del pueblo y oyó: Pinocho-2 Pinocho y Gepetto Bailando –¡Entren, señores y señoras! ¡Vean nuestro teatro de títeres! Era un teatro de muñecos como él y se puso tan contento que bailó con ellos. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no tenían vida y bailaban movidos por unos hilos que llevaban atados a las manos y los pies. –¡Bravo, bravo! –gritaba la gente al ver a Pinocho bailar sin hilos. –¿Quieres formar parte de nuestro teatro? –le dijo el dueño del teatro al acabar la función. –No porque tengo que ir al colegio. –Pues entonces, toma estas monedas por lo bien que has bailado –le dijo un señor. Pinocho siguió muy contento hacia el cole, cuando de pronto: Nariz Pinocho Nariz Pinocho –¡Vaya, vaya! ¿Dónde vas tan deprisa, jovencito? –dijo un gato muy mentiroso que se encontró en el camino. –Voy a comprar un abrigo a mi padre con este dinero. –¡Oh, vamos! –exclamó el zorro que iba con el gato–. Eso es poco dinero para un buen abrigo. ¿No te gustaría tener más? –Sí, pero ¿cómo? –contestó Pinocho. –Es fácil –dijo el gato–. Si entierras tus monedas en el Campo de los Milagros crecerá una planta que te dará dinero. –¿Y dónde está ese campo? –Nosotros te llevaremos –dijo el zorro. Así, con mentiras, los bandidos llevaron a Pinocho a un lugar lejos de la ciudad, le robaron las monedas y le ataron a un árbol. Gritó y gritó pero nadie le oyó, tan sólo el Hada Azul. –¿Dónde perdiste las monedas? –Al cruzar el río –dijo Pinocho mientras le crecía la nariz. Se dio cuenta de que había mentido y, al ver su nariz, se puso a llorar. –Esta vez tu nariz volverá a ser como antes, pero te crecerá si vuelves a mentir –dijo el Hada Azul. Así, Pinocho se fue a la ciudad y se encontró con unos niños que reían y saltaban muy contentos. –¿Qué es lo que pasa? –preguntó. –Nos vamos de viaje a la Isla de la Diversión, donde todos los días son fiesta y no hay colegios ni profesores. ¿Te quieres venir? –¡Venga, vamos! Entonces, apareció el Hada Azul. –¿No me prometiste ir al colegio? –preguntó. –Sí –mintió Pinocho–, ya he estado allí. Y, de repente, empezaron a crecerle unas orejas de burro. Pinocho se dio cuenta de que le habían crecido por mentir y se arrepintió de verdad. Se fue al colegio y luego a casa, pero Gepeto había ido a buscarle a la playa con tan mala suerte que, al meterse en el agua, se lo había tragado una ballena. –¡Iré a salvarle! –exclamó Pinocho. Se fue a la playa y esperó a que se lo tragara la ballena. Dentro vio a Gepeto, que le abrazó muy fuerte. –Tendremos que salir de aquí, así que encenderemos un fuego para que la ballena abra la boca. Así lo hicieron y salieron nadando muy deprisa hacia la orilla. El papá del muñeco no paraba de abrazarle. De repente, apareció el Hada Azul, que convirtió el sueño de Gepeto en realidad, ya que tocó a Pinocho y lo convirtió en un niño de verdad. 

Fuente: https://www.cuentosinfantiles.net/cuentos-pinocho/

domingo, 16 de julio de 2017

El Patito Feo




Era una preciosa mañana de verano en el estanque. Todos los animales que allí vivían se sentían felices bajo el cálido sol, en especial una pata que de un momento a otro, esperaba que sus patitos vinieran al mundo. – ¡Hace un día maravilloso! – pensaba la pata mientras reposaba sobre los huevos para darles calor – Sería ideal que hoy nacieran mis hijitos. Estoy deseando verlos porque seguro que serán los más bonitos del mundo. Y parece que se cumplieron sus deseos, porque a media tarde, cuando todo el campo estaba en silencio, se oyeron unos crujidos que despertaron a la futura madre. ¡Sí, había llegado la hora! Los cascarones comenzaron a romperse y muy despacio, fueron asomando una a una las cabecitas de los pollitos. – ¡Pero qué preciosos sois, hijos míos! – exclamó la orgullosa madre – Así de lindos os había imaginado. Sólo faltaba un pollito por salir. Se ve que no era tan hábil y le costaba romper el cascarón con su pequeño pico. Al final también él consiguió estirar el cuello y asomar su enorme cabeza fuera del cascarón. – ¡Mami, mami! – dijo el extraño pollito con voz chillona. ¡La pata, cuando le vio, se quedó espantada! No era un patito amarillo y regordete como los demás, sino un pato grande, gordo y negro que no se parecía nada a sus hermanos. – ¿Mami?… ¡Tú no puedes ser mi hijo! ¿De dónde habrá salido una cosa tan fea? – le increpó – ¡Vete de aquí, impostor! Y el pobre patito, con la cabeza gacha, se alejó del estanque mientras de fondo oía las risas de sus hermanos, burlándose de él. Durante días, el patito feo deambuló de un lado para otro sin saber a dónde ir. Todos los animales con los que se iba encontrando le rechazaban y nadie quería ser su amigo. Un día llegó a una granja y se encontró con una mujer que estaba barriendo el establo. El patito pensó que allí podría encontrar cobijo, aunque fuera durante una temporada. – Señora – dijo con voz trémula- ¿Sería posible quedarme aquí unos días? Necesito comida y un techo bajo el que vivir. La mujer le miró de reojo y aceptó, así que durante un tiempo, al pequeño pato no le faltó de nada. A decir verdad, siempre tenía mucha comida a su disposición. Todo parecía ir sobre ruedas hasta que un día, escuchó a la mujer decirle a su marido: – ¿Has visto cómo ha engordado ese pato? Ya está bastante grande y lustroso ¡Creo que ha llegado la hora de que nos lo comamos! El patito se llevó tal susto que salió corriendo, atravesó el cercado de madera y se alejó de la granja. Durante quince días y quince noches vagó por el campo y comió lo poco que pudo encontrar. Ya no sabía qué hacer ni a donde dirigirse. Nadie le quería y se sentía muy desdichado. ¡Pero un día su suerte cambió! Llegó por casualidad a una laguna de aguas cristalinas y allí, deslizándose sobre la superficie, vio una familia de preciosos cisnes. Unos eran blancos, otros negros, pero todos esbeltos y majestuosos. Nunca había visto animales tan bellos. Un poco avergonzado, alzó la voz y les dijo: – ¡Hola! ¿Puedo darme un chapuzón en vuestra laguna? Llevo días caminando y necesito refrescarme un poco. -¡Claro que sí! Aquí eres bienvenido ¡Eres uno de los nuestros! – dijo uno que parecía ser el más anciano. – ¿Uno de los vuestros? No entiendo… – Sí, uno de los nuestros ¿Acaso no conoces tu propio aspecto? Agáchate y mírate en el agua. Hoy está tan limpia que parece un espejo. Y así hizo el patito. Se inclinó sobre la orilla y… ¡No se lo podía creer! Lo que vio le dejó boquiabierto. Ya no era un pato gordo y chato, sino que en los últimos días se había transformado en un hermoso cisne negro de largo cuello y bello plumaje. ¡Su corazón saltaba de alegría! Nunca había vivido un momento tan mágico. Comprendió que nunca había sido un patito feo, sino que había nacido cisne y ahora lucía en todo su esplendor. – Únete a nosotros – le invitaron sus nuevos amigos – A partir de ahora, te cuidaremos y serás uno más de nuestro Y feliz, muy feliz, el pato que era cisne, se metió en la laguna y compartió el paseo con aquellos que le querían de verdad.

 Fuente: http://www.mundoprimaria.com/cuentos-clasicos-infantiles/el-patito-feo/

La Vendedora De Fósforos


¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. Era el día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos. Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en direcciones opuestas. La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y muy mísero aspecto. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía bullir las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz niña. Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien! Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría. Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico pesebre: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo. -Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios". Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante. -¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento! Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios. Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser acurrucado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo. -¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien. Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos.

Fuente: http://albalearning.com/audiolibros/andersen/lavendedora.html

lunes, 10 de julio de 2017

La Abejita Que No Quería Trabajar


El sol se levantó temprano y comenzó a brillar sobre los pajaritos que cantaban alabanza a su Creador. El sol brilló sobre las flores, que jugaban muy contentas con las gotas del rocío. El río también entonaba su canción. Prendida de un árbol jacaranda había una colmena, llena de abejitas obreras. Las niñeras cuidaban de las abejitas bebés, otras abejas limpiaban las celdas de cera del panal. Los soldados vigilaban la colmena, mientras que las abejitas obreras, muy presurosas, corrían a recoger sus canastas para ir en busca del dorado polen. Todo era bullicio. ¡Qué apuradas estaban! Tenían que recoger polen y preparar la rica miel. Todas las abejitas se sentían felices de trabajar, todas… menos Cuqui. Era una abeja gordezuela. A ella no le gustaba trabajar. –¡Qué aburrimiento! Trabajar y trabajar –protestaba ella. –¡Vamos, Cuqui! Recoge tu canasta para traer polen –le decían sus amiguitas. Muy enojada, Cuqui fue con ellas para recoger el polen. Como no quería trabajar, se durmió sobre los pétalos de una flor. –¡Qué lindo es dormir y no trabajar! –decía Cuqui. Pasaron varias horas y la abejita por fin se despertó. Uff, no quiero ir a la colmena –pensó Cuqui–. Allá todos son tontos; trabajan mucho. flor y abeja Luego tuvo una idea. Me escaparé de la colmena –pensó Cuqui–. Volaré…volaré muy lejos. Viviré feliz, sin trabajar. Cuqui dejó su canastita de polen, y…¡se fue! –¡Al fin estoy libre! –dijo, muy contenta. abejita con conejos Cuqui estaba feliz, paseando por el bosque, volando de flor en flor, conociendo lugares. ¡Había tantas lindas flores! Pero llegó la tarde, y el sol ya se iba a esconder tras las montañas. Entonces Cuqui empezó a tener hambre. ¡Ay, me duele mi barriguita! ¡Qué hambre tengo! La abejita haragana fue volando de colmena en colmena, para ver si le podían invitar un poquito de miel para comer. Pero nadie le quiso dar nada. abejita y loro –Vete a tu colmena, abeja floja –le decían las otras abejas. Muy triste, Cuqui se sentó en una hojita y se puso a llorar. De pronto se escuchó una linda voz: –Cuqui, ¿por qué lloras? abeja y mariposa4 Era su amiga, la mariposa Tornasol, que se le acercó. Cuqui le contó toda su historia, de que no le gustaba trabajar y que se había escapado de su colmena. La linda mariposa le dijo: –Querida amiguita, me doy cuenta por qué estás triste. –¿Por qué? –preguntó Cuqui. –Porque has desobedecido a Dios. En su Palabra habla mucho del trabajo. Dice que si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Cuqui miró sorprendida a su amiga. No sabía que en la Biblia habla del trabajo. –Dios quiere que trabajemos. No le gusta que seamos flojos –siguió diciendo Tornasol–. Anda, vuelve a tu colmena. Allí podrás trabajar, y comerás toda la miel que quieras. abeja 2Al escuchar las palabras de su amiguita Tornasol, Cuqui se secó las lágrimas. –¿Te has fijado en las hormigas? –le preguntó Tornasol–. Ellas son muy trabajadoras, así como ustedes las abejas. Cuqui no había pensado en eso. Pero ahora quería ser como las demás abejas. Quería ser una abeja trabajadora. Muy contenta se fue a su hogar y, desde ese día, trabajó alegre reuniendo polen para la miel.   

Fuente: https://clubperlita.wordpress.com/2014/05/01/la-abejita-que-no-queria-trabajar/

La Cenicienta


Hubo una vez, hace mucho, mucho tiempo una joven muy bella, tan bella que no hay palabras para describirla. Se llamaba Cenicienta. Cenicienta era pobre, no tenía padres y vivía con su madrastra, una mujer viuda muy cascarrabias que siempre estaba enfadada y dando ordenes gritos a todo el mundo. Con la madrastra también vivían su dos hijas, que eran muy feas e insoportables.Cenicienta era la que hacía los trabajos más duros de la casa, como por ejemplo limpiar la chimenea cada día, por lo que sus vestidos siempre estaban sucios o manchados de ceniza, por eso las personas del lugar la llamaban cenicienta. Cenicienta apenas tenia amigos, solo a dos ratoncitos muy simpáticos que vivían en un agujero de la casa. Un buen día, sucedió algo inesperado; el Rey de aquel lugar hizo saber a todos los habitantes de la región que invitaba a todas las chicas jóvenes a un gran baile que se celebraba en el palacio real. El motivo del baile era encontrar una esposa para el hijo del rey; el príncipe! para casarse con ella y convertirla en princesa.La noticia llego a los oídos de cenicienta y se puso muy contenta. Por unos instantes soñó con que sería ella, la futura mujer del príncipe. La princesa!Pero, por desgracia, las cosas no serían tan fáciles para nuestra amiga cenicienta. La madrastra de cenicienta le dijo en un tono malvado y cruel: - Tú Cenicienta, no irás al baile del príncipe, porque te quedarás aquí en casa fregando el suelo, limpiando el carbón y ceniza de la chimenea y preparando la cena para cuando nosotras volvamos. Cenicienta esa noche lloró en su habitación, estaba muy triste porque ella quería ir al baile y conocer al príncipe. Al cabo de unos días llegó la esperada fecha: el día del baile en palacio. Cenicienta veía como sus hermanastras se arreglaban y se intentaban poner guapas y bonitas, pero era imposible, porque eran muy feas de tan malas que eran pero sus vestidos eran muy bonitos! Al llegar la noche, su madrastra y hermanastras partieron hacia el palacio real, y cenicienta, sola en casa, una vez más se puso a llorar de tristeza.Entre llanto y llanto, dijo en voz alta: - ¿Por qué seré tan desgraciada? Por favor, si hay algún ser mágico que pueda ayudarme.. decía cenicienta con desesperación. De pronto, sucedió algo increíble; se le apareció un hada Madrina muy buena y muy poderosa.Y con voz suave, tierna y muy agradable le dijo a cenicienta; - No llores más, te ayudaré.De verdad ? dijo cenicienta un poco incrédula pero como vas a ayudarme ? no tengo ningún vestido bonito para ir al baile y mis zapatos están todos rotos! La hada madrina saco su varita mágica y con ella toco suavemente a cenicienta, y al momento oh!, que milagro! un maravilloso vestido apareció en el cuerpo de cenicienta, así como también unos preciosos zapatos. Ahora ya puedes ir al baile de palacio cenicienta, pero ten en cuenta una cosa muy importante: tu vestido a las 12 de la noche volverá a ser los harapos que llevas ahora. Hay algo más que debes saber, delante de la casa te espera un carruaje que te llevará al gran baile en palacio, pero a las 12 de la noche, se transformará en una calabaza!. Bien, dijo cenicienta, ya soy feliz, solo por poder ir al baile. Cuando cenicienta llego al palacio, causo mucha impresión a todos los asistentes, nadie nunca había visto tanta belleza, cenicienta estaba preciosa! El príncipe, no tardo en darse cuenta de la presencia de esa joven tan bonita. Se dirigió hacia ella y le preguntó si quería bailar. Cenicienta, dijo si!, claro que sí! Y estuvieron bailando durante horas y horas Las hermanastras de cenicienta no la reconocieron, debido a que ella siempre iba sucia y llena de ceniza, incluso se preguntaban quien sería aquella chica tan preciosa. Pero de repente oh!, dijo cenicienta, son casi las 12 de la noche, mi vestido esta a punto de convertirse en una ropa sucia, y el carruaje se transformará en una calabaza! - ¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! le dijo al príncipe que estaba en sus brazos bailando. Salió a toda prisa del salón de baile bajó la escalinata hacia la salida de palacio perdiendo en su huida un zapato, que el príncipe encontró y recogió. A partir de ese momento, el príncipe ya sabia quien iba a ser la futura princesa la joven que había perdido el zapato!, pero..caramba!, exclamo el príncipe, pero si no se ni como se llama, y mucho menos donde vive! Para encontrar a la bella joven, el príncipe ideó un plan. Se casaría con aquella que pudiera calzarse el zapato. Envió a sus sirvientes a recorrer todo el reino. Todas las jóvenes, chicas y mujeres se probaban el zapato, pero no había ni una a que pudiera calzarse el zapato. Al cabo de unas semanas, los sirvientes de palacio llegaron a casa de Cenicienta. La madrastra llamó a sus feas hijas para que probasen el zapato, pero evidentemente no pudieron calzar el zapato. Uno de los sirvientes del príncipe vio a cenicienta en un rincón de la casa, y exclamo: -eh!, tu también tienes que probarte el zapato! La madrastra y sus hijas dijeron: -por favor!, como quiere usted que cenicienta sea la chica que busca el príncipe?, ella es pobre, siempre esta sucia y no fue a la fiesta de palacio! Pero cuando cenicienta se puso el zapato y le encajo a la perfección, todos los presentes se quedaron de piedra!, -oooh!, es ella! la futura princesa! Inmediatamente la llevaron a palacio y a los pocos días se casó con el príncipe, por lo que fue una princesa! Nunca más volvió con su madrastra, vivió feliz en palacio hasta el último de sus días.
 FIN

   Fuente: https://muchoscuentos.jimdo.com/cuentos-cl%C3%A1sicos/la-cenicienta/

Caperucita Roja

Había una vez una dulce niña que quería mucho a su madre y a su abuela. Les ayudaba en todo lo que podía y como era tan buena el día de su cumpleaños su abuela le regaló una caperuza roja. Como le gustaba tanto e iba con ella a todas partes, pronto todos empezaron a llamarla Caperucita roja. Un día la abuela de Caperucita, que vivía en el bosque, enfermó y la madre de Caperucita le pidió que le llevara una cesta con una torta y un tarro de mantequilla. Caperucita aceptó encantada. - Ten mucho cuidado Caperucita, y no te entretengas en el bosque. - ¡Sí mamá! La niña caminaba tranquilamente por el bosque cuando el lobo la vio y se acercó a ella. - ¿Dónde vas Caperucita? - A casa de mi abuelita a llevarle esta cesta con una torta y mantequilla. - Yo también quería ir a verla…. así que, ¿por qué no hacemos una carrera? Tú ve por ese camino de aquí que yo iré por este otro. - ¡Vale! El lobo mandó a Caperucita por el camino más largo y llegó antes que ella a casa de la abuelita. De modo que se hizo pasar por la pequeña y llamó a la puerta. Aunque lo que no sabía es que un cazador lo había visto llegar. - ¿Quién es?, contestó la abuelita - Soy yo, Caperucita - dijo el lobo - Que bien hija mía. Pasa, pasa El lobo entró, se abalanzó sobre la abuelita y se la comió de un bocado. Se puso su camisón y se metió en la cama a esperar a que llegara Caperucita. La pequeña se entretuvo en el bosque cogiendo avellanas y flores y por eso tardó en llegar un poco más. Al llegar llamó a la puerta. - ¿Quién es?, contestó el lobo tratando de afinar su voz - Soy yo, Caperucita. Te traigo una torta y un tarrito de mantequilla. - Qué bien hija mía. Pasa, pasa Cuando Caperucita entró encontró diferente a la abuelita, aunque no supo bien porqué. - ¡Abuelita, qué ojos más grandes tienes! - Sí, son para verte mejor hija mía - ¡Abuelita, qué orejas tan grandes tienes! - Claro, son para oírte mejor… - Pero abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes! - ¡¡Son para comerte mejor!! En cuanto dijo esto el lobo se lanzó sobre Caperucita y se la comió también. Su estómago estaba tan lleno que el lobo se quedó dormido. ECaperucita rojan ese momento el cazador que lo había visto entrar en la casa de la abuelita comenzó a preocuparse. Había pasado mucho rato y tratándose de un lobo…¡Dios sabía que podía haber pasado! De modo que entró dentro de la casa. Cuando llegó allí y vio al lobo con la panza hinchada se imaginó lo ocurrido, así que cogió su cuchillo y abrió la tripa del animal para sacar a Caperucita y su abuelita. - Hay que darle un buen castigo a este lobo, pensó el cazador. De modo que le llenó la tripa de piedras y se la volvió a coser. Cuando el lobo despertó de su siesta tenía mucha sed y al acercarse al río, ¡zas! se cayó dentro y se ahogó. Caperucita volvió a ver a su madre y su abuelita y desde entonces prometió hacer siempre caso a lo que le dijera su madre.                          

 Fuente: http://www.cuentoscortos.com/cuentos-clasicos/caperucita-roja